
En el mundo académico no abundan la generosidad, los actos desinteresados, la empatía y la bondad. Tal vez eso se deba a que Dirceu Franco Ferreira concentraba en su persona lo que hubiera podido ser distribuido en otras cien. Una persona particularmente buena, sensible y cariñosa, que correspondía a los gestos de amigos y colegas con una amabilidad y generosidad que pocas veces vi en mi vida.
Entre las incontables cualidades que Dirceu acaparaba, creo que la generosidad era la más notoria. Fue generoso, sobre todo, con su tiempo. El bien más preciado del que no nos hablan los que nos explican la existencia con soberbias miradas economicistas. No hablan del valor que tiene dedicarle a otro tu tiempo, esa pequeña porción de la propia existencia, que Dirceu entregaba de tal manera, que parecía tenerlo en mayor cantidad que cualquier otro. Disponía de manera ilimitada del bien más valioso: era el hombre más rico del mundo.
Dirceu dedicó su vida académica al estudio de la historia de las personas privadas de la libertad. Su formación como historiador se dividió entre la Universidad de São Paulo (USP) y l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris. A su regreso de Francia, en 2020, fundó un grupo de investigación dedicado al estudio de la colonización penitenciaria (CoPALC). Sus dos principales obras son “Rebelião e reforma prisional em São Paulo” y “Insurgências prisionais em São Paulo e no Rio de Janeiro (1940-1961).
Sus aportes al conocimiento sobre las cárceles son innegables, pero parecen pasar a un segundo plano cuando uno comprende que provienen del hombre más rico del mundo. Hoy el mundo –no sólo el académico– parece necesitar más que nunca de personas como él: generosas, desinteresadas, empáticas y buenas. Por eso, su partida tan prematura puede parecernos devastadora a primera vista. Sin embargo, quiero creer que libera toda esa bondad para que se distribuya entre quienes carecen de ella. Deja de acapararla para que fluya y, en la memoria, nos acompañará para que la pongamos en práctica. Dirceu, con su ejemplo, me enseñó que dar nuestro tiempo –del que nunca sabemos cuánto disponemos– es un gesto de amor que hace el mundo un lugar mejor.
Luis G. González Alvo
OpenEdition vous propose de citer ce billet de la manière suivante :
Samuel Tracol (22 septembre 2024). In memoriam : Dirceu Franco Ferreira. CoPALC. Consulté le 15 mai 2025 à l’adresse https://doi.org/10.58079/12c6e